¡Orden, Señores!
El “orden” ha sido siempre una obsesión en los partidos políticos de inspiración socialdemócrata. Algunos historiadores (Gibson, Ealham...) les atribuyen, ya en tiempos de la segunda república, un “exceso de celo” (bonito eufemismo para “represión”) en la conservación del orden (burgués, huelga aclarar). Disculpen tanto paréntesis, mis ansias de traducir al "castellano de abajo" me pierden.
Entiéndanme: la calle tranquila, como debe estar. Como desean los "hombres de bien".
Siempre hicieron primar la apariencia de estabilidad y progreso -que se mueva dinero, que haya puestos de trabajo aunque sean horrendos, que se sublime cualquier expresión “artística” o “cultural”, que vende mucho- sobre cualquier pretensión que las masas de desarrapados pudiesen exigir.
Por más que la derecha rancia invoque lo contrario en su búsqueda eterna de falsa confrontación, desde su inicio la socialdemocracia española ha sido constante en su reverencia mansa hacia las aberrantes leyes redactadas desde arriba; nunca ha puesto en duda la legitimidad de las actuaciones de los cuerpos de represión del estado; más bien al revés, siempre ha discutido la conveniencia de la protesta y la agitación callejera como motor social de avance efectivo (¿recuerdan gracias a que sacrificios trabajamos “sólo” ocho horas?).
La visión actual de una segunda república “revolucionaria” se me antoja poco más que una pura nostalgia. La única redistribución de tierras realizada entonces se inició en su contra, sin el consentimiento de los principales grupos de izquierda, antes al contrario: con toda su oposición porque “aún no tocaba”. Bonito argumento, como para defenderlo frente a un campesino aragonés.
De igual forma, la distribución de armas se congeló hasta la perfecta jerarquización de los mandos burocráticos estalinistas y socialistas. Primero el control, luego, si da tiempo, la defensa de la república que tanto adoramos.
Son detalles que dicen mucho de una buena tropa que, amparada en la visión reductora de los “dos bandos”, se hace pasar por mártir de toda una época.
Pero no nos detengamos ahí, porque ese es un cenagal de magnas dimensiones, avancemos cuatro décadas: años setenta; la “izquierda” que realiza la transición permite que quienes habían torturado, censurado y colaborado con un régimen fascista sigan en libertad y ¡ejerciendo cargos públicos! Y llegados a los felices ochenta, la actitud de la socialdemocracia para con los de aquí abajo no mejora en absoluto: reconversiones salvajes, represión, tortura, terrorismo de estado y una renuncia ya explícita -se agradece: por lo menos las cosas claras- y definitiva a los ya de por sí relajados principios de justicia social que cualquiera sobreentendería en quien gusta desfilar ostentando un logo con un puño alzado y una rosa roja (motivos “de inspiración marxista”, jua jua jua).
Los referentes históricos del principal partido socialdemócrata en este país, como ven, son poco menos que nefastos. Una absoluta mierda. Una completa historia de la claudicación. Siempre con la excusa del posibilismo en boca.
Claudicación, insisto.
Porque es imposible conseguir lo que ni se intenta, pardiez.
¡¡¡Es tan obvio!!!
Por lo que a mí respecta, no me cabe ninguna duda de cual es la finalidad principal del partido hoy en el gobierno: el mantenimiento del orden, la conservación de una realidad –falsa, como todas- propicia para los negocios. El acontecer diario lo confirma: que hacen falta dos vallas, colóquense dos vallas, que hacen falta tres, pues tres, que hay que repatriar ilegalmente, repatríese lo que toque, que hacen falta tanquetas en las manifestaciones, pónganse tanquetas, que hace falta torturar, tortúrese... etc, etc. Ejemplos los hay a pares.
Orden, señores. Hagamos primar el orden. Bajo él, todo cabe.
Entiéndanme: la calle tranquila, como debe estar. Como desean los "hombres de bien".
Siempre hicieron primar la apariencia de estabilidad y progreso -que se mueva dinero, que haya puestos de trabajo aunque sean horrendos, que se sublime cualquier expresión “artística” o “cultural”, que vende mucho- sobre cualquier pretensión que las masas de desarrapados pudiesen exigir.
Por más que la derecha rancia invoque lo contrario en su búsqueda eterna de falsa confrontación, desde su inicio la socialdemocracia española ha sido constante en su reverencia mansa hacia las aberrantes leyes redactadas desde arriba; nunca ha puesto en duda la legitimidad de las actuaciones de los cuerpos de represión del estado; más bien al revés, siempre ha discutido la conveniencia de la protesta y la agitación callejera como motor social de avance efectivo (¿recuerdan gracias a que sacrificios trabajamos “sólo” ocho horas?).
La visión actual de una segunda república “revolucionaria” se me antoja poco más que una pura nostalgia. La única redistribución de tierras realizada entonces se inició en su contra, sin el consentimiento de los principales grupos de izquierda, antes al contrario: con toda su oposición porque “aún no tocaba”. Bonito argumento, como para defenderlo frente a un campesino aragonés.
De igual forma, la distribución de armas se congeló hasta la perfecta jerarquización de los mandos burocráticos estalinistas y socialistas. Primero el control, luego, si da tiempo, la defensa de la república que tanto adoramos.
Son detalles que dicen mucho de una buena tropa que, amparada en la visión reductora de los “dos bandos”, se hace pasar por mártir de toda una época.
Pero no nos detengamos ahí, porque ese es un cenagal de magnas dimensiones, avancemos cuatro décadas: años setenta; la “izquierda” que realiza la transición permite que quienes habían torturado, censurado y colaborado con un régimen fascista sigan en libertad y ¡ejerciendo cargos públicos! Y llegados a los felices ochenta, la actitud de la socialdemocracia para con los de aquí abajo no mejora en absoluto: reconversiones salvajes, represión, tortura, terrorismo de estado y una renuncia ya explícita -se agradece: por lo menos las cosas claras- y definitiva a los ya de por sí relajados principios de justicia social que cualquiera sobreentendería en quien gusta desfilar ostentando un logo con un puño alzado y una rosa roja (motivos “de inspiración marxista”, jua jua jua).
Los referentes históricos del principal partido socialdemócrata en este país, como ven, son poco menos que nefastos. Una absoluta mierda. Una completa historia de la claudicación. Siempre con la excusa del posibilismo en boca.
Claudicación, insisto.
Porque es imposible conseguir lo que ni se intenta, pardiez.
¡¡¡Es tan obvio!!!
Por lo que a mí respecta, no me cabe ninguna duda de cual es la finalidad principal del partido hoy en el gobierno: el mantenimiento del orden, la conservación de una realidad –falsa, como todas- propicia para los negocios. El acontecer diario lo confirma: que hacen falta dos vallas, colóquense dos vallas, que hacen falta tres, pues tres, que hay que repatriar ilegalmente, repatríese lo que toque, que hacen falta tanquetas en las manifestaciones, pónganse tanquetas, que hace falta torturar, tortúrese... etc, etc. Ejemplos los hay a pares.
Orden, señores. Hagamos primar el orden. Bajo él, todo cabe.
7 Comments:
Necesaria y acertada reflexión.
Es lo que me gusta de la "gran fiesta de la democrácia" actual: siempre es una "jornada que transcurre en la más absoluta normalidad" (Cosas de la vida III)
Y hablando de "orden", pese a las alarmas apocalípticas por el estatut, me chiva mi broker que la Bolsa de Madrid cerró ayer al alza y sin derrumbamientos por culpa de Carod (ver Cosas de la Vida I). Signo inequívoco de que no pasa absolutamente NADA, y que una vez más, siguen tomándonos el pelo.
la visión de los "dos bandos" que comentas también me enerva a mí... si uno quiere hacer bandos, simplificando infinitamente se me ocurren por lo menos tres...
lo que ocurre es lo siguiente: el tercer bando, el olvidado, es el de quienes murieron primero y en mayor número en la guerra, aquellos cuya supervivencia a uno y otro lado de la línea del frente resultaba "complicada" (directamente asesinados por unos, encarcelados y reprimidos por los otros), y, finalmente, aquellos que, al perder la guerra, no se podían ni plantear quedarse...
por eso, el tercer bando es invisible, y el (digamos) "segundo bando" se ha adueñado impunemente del aura (digamos también) "positiva" de la república...
y así es como vivimos cada cinco años el "revival segunda república" y los homenajes a Companys...
E
A mí, otra cosa que me repatea es el trato de héroes populares que se ha dado a los insignes exiliados, mientras los maquis y los que se quedaron en cárceles y campos de concentración, mal rayo les parta. A esperarse a ver si algún familiar lejano les monta un pequeño homenaje.
Vamos a ver, no poder escribir o expresarse bajo el régimen de Franco y tener que irse, tuvo que ser triste, traumático, de acuerdo... pero puestos a revindicar, mil veces antes a Quico Sabaté (que gracias a la propaganda franquista ha pasado a la mitología popular como "bandolero")y otros mil héroes anónimos que pululaban por el Cadí y la Vall de Núria, que, pongamos, a Max Aub y a otros personajes populares acogidos por Cárdenas.
Me jode esta manía de llorar siempre a la gente famosa.
y encima en muchos medios (sobre todo de ultraderecha)presentan una "lucha" entre dos españas que no son tales con "inventadas" llamadas a la guerra civil.Que engañen a otro (cosa que si creo que logran)
Largo Caballero fue jefe de gobierno hasta principios de 1937. Era el primero de una inmensa coalición de la izquierda en la que incluso estaba la CNT (la primera y única que vez que este sindicato, el más importante en ese momento en España en conjunción con la FAI, aunque éstos más radicales si cabe, formó parte del gobierno). Largo Caballero era del PSOE, del ala radical, pero socialdemócrata al fin y al cabo. Lo echaron, sí, pero quienes preferían ganar la guerra a hacer la revolución. Estoy de acuerdo en casi todo, pero en eso no. Besteiro, el gran pensador después de Pablo Iglesias estaba en contra de muchos postulados de Largo Caballero, porque era un señor de orden, quizá un pequeño burgués y estaba en contra de revoluciones. Pero yo no podría criticarlo. No podría criticar a un intelectual en contra de la guerra y que el 1 de Abril de 1939 cuando las tropas de Franco entraban en Madrid, se quedó para hacer la rendición mientras muchos otros volaban hacia el exilio. Evidentemente, su valentía le costó la muerte. Yo no sé si sería tan valiente
Rôvënty... Estoy de acuerdo con tu matización: ese acto requirió valentía pero ¿estás seguro que existió realmente la contraposición "ganar la guerra" frente a "hacer la revolución"?... Las columnas anarquistas hacían las dos cosas a la vez hasta que les comenzaron a faltar municiones, medicinas, armas... ¿porqué? porque no se plegaban al orden, a la estrategia diseñada por quienes se habían apropiado de los medios de distribución, por quienes preferían al ejército regular por creerlo más preparado para la guerra. Pero al fin y al cabo, milicianos o soldados, era una pobre gente con fusiles, tan (in)capaces los unos como los otros.
Muy buen post, aunque me gusta más cuando hablas del partido de las frutas del bosque que del partido socialdemócrata. Si comparamos ahora con la 2ª República, creo que ahora el psoe está todavía peor: poniéndole la alfombra roja directamente al Gran Capital para que marche triunfante. Y me asombra la facilidad con que la izquierda (la poca que hay) se da por satisfecha con un par de cositas: el matrimonio gay, y enviar las tropas a Afganistán en lugar de a Iraq. ¿Acaso nos basta con eso? Bueno, realmente no podemos esperar nada. El orden está bajo su control, da igual Solbes que Rato.
Y tienes toda la razón: es imposible conseguir lo que no se intenta. Pero pocos quieren decir: "no quiero crecimiento económico, ni coches, ni centros comerciales, ni jefe, ni trabajar 8 horas. Quiero una casa con un pequeño huerto, una biblioteca cerca de mi casa, que Fraga vaya a la cárcel, y que la tierra sea del que la trabaja." Si no decimos eso, tampoco lo va a decir iu, ni el psoe, que de todas las maneras no lo va a decir.
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